Tratamiento de choque

La salida definitiva de Imbroda y el PP (sostenido en una mayoría absoluta gracias a la tránsfuga Paz Velázquez) le ha dado un aire de nueva esperanza a la ciudad que se respira en el ambiente. No en vano, una inmensa mayoría de los melillenses acababa el pasado sábado con una sonrisa difícil de borrar de los rostros que encaja perfectamente con el título de uno de los episodios de la saga Star Wars («A New Hope», la primera en estrenarse y la cuarta en el orden cronológico de la saga) y que hacía alusión a la posibilidad de acabar con el régimen del emperador Palpatine que había acabado con la libertad en la galaxia.

Ahora toca trabajar para que ese cambio, que de momento es puramente político, se convierta en resultados tangibles para la población melillense que, espectante, ha puesto todas sus ilusiones en el nuevo gobierno de Melilla. Aquí hoy voy a hablar de uno de los problemas que, humildemente, creo que debe enfocar la acción de gobierno de estos 4 años, para que los melillenses puedan empezar a salir de la UVI en la que están ahora, moribundos. Obviamente hablo del paro, y aunque sea, con mucho, el problema más grave que tenemos los melillenses hoy dia, no es, ni mucho menos, el único. Para que no parezca que se me olvidan cuestiones importantes diré que hay que trabajar en mejorar la frontera, la seguridad, el tema de menores, el transporte (interno y externo), la educación… ¡buff!, la lista es interminable. Pero generar empleo de calidad y sostenible en Melilla es lo que empezaría a darnos vida, libertad y bienestar, luego deberán venir las demás cosas de la mano.

Si bien el paro es una competencia eminentemente central, no hay que olvidar que el Gobierno de Meilla tiene herramientas para paliar esta importante lacra. El paro es, sin ninguna duda, el mayor problema de los melillenses, por lo que la Ciudad Autónoma debe empezar por ofrecer políticas activas para paliar (de manera objetiva) la tasa de paro. Tanto Coalición por Melilla (con medidas específicas) como el Partido Socialista y Ciudadanos, han mencionado de manera resaltada en sus programas electorales el problema del paro y que lo llevarían como una prioridad.

Entre las medidas en las que todos los partidos han estado, más o menos, de acuerdo, está la creación de un nuevo Régimen Fiscal para Melilla (quizá reabriendo el Consejo Económico y Social lo que CpM y Ciudadanos han mencionado anteriormente), donde los comerciantes no tengan que pagar por importar productos para su venta en Melilla, sino que se paguen impuestos indirectos sobre la venta de los productos, de manera que sólo se paguen impuestos si el producto, de hecho, se vende. Esto mejoraría ostensiblemente la capacidad de contratar al comercio melillense, lo que genera empleo estable. Puede que no estén de acuerdo en generar 700 nuevos puestos de trabajo desde la Ciudad Autónoma como proponía CpM en su programa electoral, o en cuales son los nuevos yacimientos de empleo que se deben impulsar como apuntaba el Partido Socialista. Quizá no se trate sólo de impulsar la creación de nuevas empresas como decía Ciudadanos.

Lo que es evidente es que todos están de acuerdo en que, cada año, Melilla tiene que crear (de manera sostenible) un número significativo (y objetivo) de puestos de trabajo, debe fomentar la creación de empleo privado mientras se aumenta la inversión pública en empleo subvencionado (Planes de Empleo) exigiendo en Madrid una inversión de 20 millones cada año al Gobierno Central para políticas activas de empleo (esa cifra la dió Gloria Rojas a quien se la dan sus compañeros de partido que ahora gobiernan España). Todos han declarado que Melilla necesita aumentar la oferta universitaria y atraer estudiantes de toda la geografía nacional y, por qué no, del mundo trayendo a Melilla titulaciones relacionadas con nuestra idiosincrasia geográfica y social.

El paro y el modelo económico de la ciudad están intimamente relacionados, y a nadie se le escapa que la economía de Melilla está en situación crítica. Todos los partidos políticos que han apoyado el cambio de gobierno en la ciudad están de acuerdo en que Melilla debería ser capaz de generar empleo por sí misma buscando un nuevo tejido económico que no se base casi en exclusiva en subvenciones estatales y comercio atípico.

Como digo, la diferencia es en el «cómo», no en el «qué» y esto es tremendamente importante. Atrás quedó el gobierno que aseguraba que Melilla estaba «mejor que nunca» lo que nos condenaba a seguir igual. Atrás quedó el empecinamiento de que la única vía para mejorar Melilla era la ampliación del puerto, un negocio que iba a hacer aún más ricos si cabe a unos cuantos, pero seguiría dejando en la miseria a cada vez más gente. Y digo que atrás quedó porque tanto CpM como PSOE como Ciudadanos se han puesto públicamente en contra de un proyecto que, citando al ahora presidente De Castro, «es un proyecto que sólo tiene como objetivo ganar en suelo, sin ningún informe sobre el impacto positivo que tendría en la economía melillense».

Si hay algo que decir sobre la economía de Melilla y que es el único axioma aceptado por todos es que necesitamos un modelo económico. Nótese que no he dicho un “nuevo” modelo económico, sino “un” modelo. Y digo esto
porque lo que tenemos hoy en día no puede considerarse como tal, por el simple hecho de que no es modelo económico aquel que no representa una forma o “modelo” de hacer Melilla sostenible y autosuficiente económicamente hablando.

Si aceptamos este principio básico empezaremos a mejorar la situación simplemente porque empezaremos por diseñar ese modelo. Hasta ahora, nuestros gobernantes han considerado que tenemos un modelo económico “que hay que revisar o actualizar”, pero que de hecho, ni siquiera han revisado ni actualizado en más de 20 años, al menos, no de manera seria, o lo que es lo mismo, efectiva. Tanto CpM como PSOE y Ciudadanos han hablado en numerosas ocasiones de que hay que crear un modelo económico en la ciudad «alternativo» como primer paso para cambiar la deriva de nuestra economía, con lo que, ponerse de acuerdo en este punto, no debe ser muy complicado. Repito, estamos de acuerdo en el «qué» aunque quizá haya que definir mejor el «cómo», que es, de hecho, menos importante.

Pero para empezar a tener un modelo económico en Melilla debemos empezar por preparar la tierra en la que vamos a plantar las semillas. Melilla tiene una tasa de paro muy superior a la media nacional, de tal modo que, no podemos tener un modelo económico efectivo empezando con un “lastre” tan sustancial que evite que podamos siquiera iniciar el vuelo. En este sentido, y como parte de lo acordado en la Carta Magna por todos los españoles en cuanto al Estado de las Autonomías, nuestro país debe proporcionar una medida “de choque” basada en la creación directa de empleo (planes de empleo) que tenga por objetivo en un plazo máximo de 2 años reducir la tasa de paro en Melilla hasta equipararse a la media nacional. Como digo, el «qué» es algo en lo que todos estamos de acuerdo, es decir, que Melilla no puede ni debe seguir teniendo una tasa de paro muy por encima de la media nacional. Esto tiene una explicación muy sencilla; Melilla puede y debe sostener los puestos de trabajo necesarios como para equipararse a la media nacional e incluso, desde ahí, generar aún más puestos de trabajo hasta alcanzar un nivel de desempleo incluso inferior a la media, pero no puede generar dicha situación, sino mantenerla y mejorarla. Con el carácter insular de la ciudad y sus dificultades territoriales, Melilla no tiene los recursos necesarios como para arrancar el motor ella sola, pero una vez llegados al punto de ralentí, es muy capaz de mantenerlo andando e incluso llegar a revolucionarlo.

Si el paro es uno de los lastres más pesados, la educación y la formación es el siguiente fenómeno problemático que influye en el primero directamente. No se puede diseñar un modelo económico en Melilla sin tener en cuenta que la mayoría de los parados en la ciudad no cuenta con educación básica ni con una formación adecuada a los puestos de trabajo que se pudieran generar. Para solucionar este problema, basta con diseñar un plan educativo desde la ciudad, con el objetivo de formar a adultos que no tengan estudios básicos, mientras trabajan en los planes de empleo mencionados anteriormente. Además, un plan de recuperación
de jóvenes que abandonan el sistema educativo, con el fin de encaminarlos hacia la formación profesional o reconducirlos hacia el sistema de nuevo, con modelos nuevos y atractivos que sirvan a estos estudiantes de manera integral, es decir, teniendo en cuenta las circunstancias que les llevaron a abandonar los estudios. Todo ello hay que hacerlo marcándose metas, objetivos en forma de números que se deben cumplir anualmente.

Hasta ahora no he hablado del modelo en si mismo, sino del “caldo de cultivo” necesario para que de él pueda surgir este modelo. Esto no quiere decir que no se deba pensar en un modelo económico para Melilla hasta que se den las circunstancias “perfectas”, nada más lejos de la realidad. Es necesario constituir urgentemente un Consejo Económico y Social en Melilla o una entidad que persiga los mismos objetivos, es decir, buscar junto a los actores principales de la economía melillense, las mejores fórmulas para el desarrollo económico y social de la ciudad. Esto es algo que han defendido, de una u otra forma, todos los diputados que protagonizaron el cambio de gobierno el pasado sábado. Hasta ahora, desde hace ya 20 años, nuestros gobernantes han pensado que “se bastan y sobran” para pensar lo que necesita Melilla, sin buscar el consenso o la opinión de quienes más tienen que decir; los profesionales y los colectivos sociales afectados. Ni siquiera estamos hablando de la Oposición como parte integrante de la Asamblea y representantes legítimos de los ciudadanos, sino que vamos más allá; sin la participación de los verdaderos expertos en esta materia, en una entidad organizada y patrocinada por la Ciudad, el modelo económico de Melilla nunca verá la luz. Si este Consejo hubiera existido ya, muchas de las decisiones del pasado gobierno hubieran sido cuestionadas y mucho del dinero invertido en rocambolescas iniciativas supuestamente beneficiosas para la economía melillense se hubiera ahorrado o puesto en la dirección correcta (ideas por cierto fracasada una tras otra estrepitosamente con el consiguiente dinero perdido de los melillenses). 

Melilla tiene grandes recursos sin explotar para usarlos como base de un modelo económico estable y sostenible. Partir de la base de que Melilla es una ciudad “dependiente” de por si, no sólo es erróneo sino que también es peligroso para nuestro bienestar y nuestra imagen dentro del conjunto de autonomías españolas. Como melillenses, no nos gusta que nadie diga o piense que no somos capaces de generar nuestra propia riqueza y ser, no un lastre para España, sino un enclave cultural, de ocio, de comercio y de educación. Por eso, pienso que Melilla debe dirigir sus esfuerzos a ver su posición geográfica y su situación cultural como una oportunidad y no como un “problema” para tener un modelo económico. 

Nuestra ciudad puede ser una ciudad de servicios dirigidos al turismo y la economía del sur. Ser la Puerta de Europa no sólo es un título geográfico que termina en la frontera, es una posición estratégica envidiable. Por ello, he defendido desde hace ya muchos años, que Melilla debe trabajar de manera prioritaria en la mejora de la frontera y sus aledaños. La mayor fuente de combustible para el motor de nuestra economía viene del otro lado de la frontera, esto es una verdad incontestable. Como he dicho anteriormente, quizá con la creación de un CIS se habrían reconducido grandes apuestas de obras faraónicas justo al otro extremo de la ciudad, que de hecho han quedado en humo, hasta ahora. Crear un nuevo paso fronterizo y mejorar los existentes para que las entradas y las salidas sean rápidas y cómodas, es una necesidad para Melilla, pues suponen las vías respiratorias que evitan nuestro ahogamiento económico. 

Todos los partidos políticos del cambio han apostado también por la llamada por CpM «Ciudad del Conocimiento» como alternativa real para la ciudad (que no es ni más ni menos que la mejora de la oferta educativa, como ya digo lo importante es el «qué» no el «cómo»), como también se ha hablado de las nuevas tecnologías o de las energías renovables, pero sin un CIS que reciba las propuestas y las estudie seriamente sin prejuicios políticos, las iniciativas caen en saco roto.

Seguimos sufriendo un estancamiento que, de no desbloquearse pronto, nos puede pasar una factura muy difícil de pagar a todos los melillenses. Por eso estoy convencido de que el futuro para Melilla reside en la iniciativa decidida, una manera activa de querer cambiar el rumbo pero con objetivos reales y pasos firmes en la dirección correcta contando con todos los ciudadanos. Si hay algo que tengo claro es que nuestra ciudad no saldrá de la situación cada vez más grave en la que se encuentra hasta que todos creamos en ello y la gran ventaja que se adquirió el sábado es precisamente eso: CREER EN QUE EL CAMBIO ES POSIBLE.

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